Puesto que la vida nueva de la gracia, recibida en el Bautismo, no suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado, Cristo instituyó este sacramento para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el pecado.
El Señor resucitado instituyó este sacramento cuando la tarde de Pascua se mostró a sus Apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23).
La llamada de Cristo a la conversión resuena continuamente en la vida de los bautizados. Esta conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia, que, siendo santa, recibe en su propio seno a los pecadores.
Los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación
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- Los actos que lleva a cabo el hombre, que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo.
- La absolución del sacerdote, que concede el perdón en nombre de Cristo.
Los actos propios del penitente:
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- Examen de conciencia;
- La contrición (o arrepentimiento)
- La confesión, que consiste en la declaración de los pecados hecha delante del sacerdote;
- La satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado.
¿Qué pecados deben confesarse?
Se deben confesar todos los pecados graves aún no confesados que se recuerdan.
La confesión de los pecados veniales ayuda a formar una recta conciencia y a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo y a progresar en la vida del Espíritu.
¿Por qué le tengo que confesar mis pecados a un sacerdote?
Cristo confió el ministerio de la reconciliación a sus Apóstoles, a los obispos, sucesores de los Apóstoles, y a los sacerdotes, colaboradores de los obispos, los cuales se convierten en instrumentos de la misericordia de Dios. Ellos ejercen el poder de perdonar los pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
¿Cuáles son los efectos de este sacramento?
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- La reconciliación con Dios y, por tanto, el perdón de los pecados;
- La reconciliación con la Iglesia;
- La recuperación del estado de gracia, si se había perdido;
- La remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son consecuencia del pecado;
- La paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu;
- El aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano.
¿Cuándo me puedo confesar?
Cada vez que lo necesites. Solicítalo al sacerdote disponible o acude cualquier día de 19:30 – 20:00h.